Proceso
7
de Octubre de 2014
Jhon
M. Ackerman
ANÁLISIS
Por una verdadera transición
MÉXICO,
D.F. (Proceso).- Los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN)
representan hoy al país entero. Cuentan con mayor legitimidad pública y
confianza social que el Congreso de la Unión, el presidente de la República, el
Instituto Nacional Electoral o la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Si
juega bien sus cartas, el movimiento estudiantil podría detonar una verdadera
transición a la democracia en México. De lo contrario, terminará como otra
explosión social temporal de alcances limitados. Y si los dignos politécnicos
pierden totalmente la brújula, incluso podría contribuir a fortalecer al
régimen autoritario. La historia está en sus manos.
La
estrategia del gobierno es transparente. Busca dividir el movimiento por dentro
y separarlo de otras expresiones sociales por medio de un coctel de concesiones
y provocaciones fríamente calculadas. El objetivo en todo momento será
encapsularlo y focalizarlo en asuntos exclusivamente “locales”, supuestamente
“puros” y “limpios”, con respecto a la gestión interna del IPN. Y mientras los
politécnicos están entretenidos con el “policía bueno” de Miguel Ángel Osorio
Chong, los otros estudiantes y jóvenes del país sufrirán cada vez más bajo las
macabras estrategias de represión, provocación y violencia del régimen.
Lo
que determinará el éxito o el fracaso del movimiento politécnico será entonces
la medida en que los estudiantes logren levantar la mira para ser solidarios y
generosos con otras causas sociales. Igualmente, es responsabilidad de todos
expresar nuestra solidaridad con la importante lucha histórica por alcanzar
tanto la autonomía como la democratización interna del IPN.
Las
luchas locales, nacionales, e incluso internacionales, no se contraponen, sino
que se fortalecen mutuamente. Por ejemplo, tanto la forma antidemocrática como
el contenido neoliberal del nuevo reglamento del IPN son resultados directos de
las contrarreformas “estructurales” impulsadas por Enrique Peña Nieto, Osorio
Chong y el “Pacto por México”. En su conducción del proceso de reforma del IPN,
Yoloxóchitl Bustamente no hizo más que seguir estrictamente las indicaciones de
sus jefes en el gobierno federal, quienes a su vez cumplen con las órdenes de
Washington. Es evidente que un simple cambio en la dirección del instituto no modificará
las coordenadas estructurales del poder que impuso el nuevo reglamento.
Bustamante
misma afirmó en su momento que la reforma al politécnico surgió a raíz del
“compromiso institucional de armonizar la normatividad interna con la federal,
en lo que respecta al Plan Nacional de Desarrollo y a la reforma educativa”. En
otras palabras, no es más que la extensión de los tentáculos del poder corrupto
hasta las entrañas del sistema educativo nacional. Ahora que el petróleo
pertenecerá a las grandes empresas extranjeras, ya no será necesario que México
forme investigadores científicos o ingenieros de primer nivel para impulsar el
desarrollo nacional, puesto que solamente harán falta técnicos obedientes a las
órdenes de sus nuevos jefes extranjeros.
Lo
mismo ocurre en las normales rurales. Así como Lázaro Cárdenas del Río fundó el
IPN en 1936 con el fin de “poner el técnico al servicio de la patria”, también
fue el responsable de consolidar y generalizar el modelo de las normales
rurales, como la Escuela Normal de Ayotzinapa “Raúl Isidro Burgos”. Durante su
sexenio (1934-1940), la cantidad de estas instituciones se multiplicó
exponencialmente y se fortaleció su carácter cooperativo y social. Desde hace
casi un siglo, dichos planteles han abierto simultáneamente importantes
oportunidades educativas y laborales para los jóvenes de las zonas más
marginadas, y han sido esenciales para garantizar una educación pública
humanista, crítica y de calidad. Tanto la doctora Tanalís Padilla, de la
Universidad de Dartmouth, como Luis Hernández Navarro, de La Jornada, han
realizado importantes estudios sobre esta valiosa experiencia.
Pero
al régimen autoritario neoliberal no le interesa poner la técnica al servicio
de la patria ni fomentar el pensamiento crítico o empoderar a los maestros
rurales. La reforma educativa y el Plan Nacional de (sub)Desarrollo buscan la
eliminación de la gran mayoría de las normales rurales y la conversión de las
que queden en centros técnicos para la formación de maestros de “calidad” cuya
única función será preparar mano de obra barata y siervos obedientes al gran
capital internacional.
Los
estudiantes del IPN y de Ayotzinapa sufren exactamente el mismo mal. El
levantamiento de ambas comunidades está plenamente justificado. Su lucha es la
lucha de todos por deshacernos de una vez por todas del yugo de la explotación
y represión que ha mantenido postrada a la nación desde la Colonia. La
reclamación de justicia para la perversa masacre en Iguala, cuna de la
consumación de la Independencia, es evidentemente igual de importante que la
exigencia de autonomía para el Politécnico.
La
unión de esas exigencias y la articulación de los dos movimientos no
implicaría, desde luego, la “politización” de ninguno de ellos, sino todo lo
contrario. Significaría el fracaso de la tradicional estrategia política del
régimen autoritario priista de “divide y vencerás”.
Todos
hemos aprendido en la escuela cómo los valientes movimientos populares y los
grandes ideales que inspiraron la Independencia y la Revolución fueron
traicionados y domesticados por los líderes políticos que vendrían después.
Hoy, Peña Nieto y el Pacto por México juegan el papel que en su momento
cumplieron Antonio López de Santa Anna después de la independencia, y Miguel
Alemán Valdés, el primer presidente emanado de las filas del Partido
Revolucionario Institucional (PRI), después de la Revolución.
Pero
la tercera tendrá que ser la vencida. La lucha por la democracia en México
nunca ha sido un asunto de acuerdos cupulares entre élites, como lo fue en
otros países. Tal y como ocurrió durante la Independencia y la Revolución, el
verdadero motor del interrumpido proceso de “transición” actual ha sido la
movilización de la sociedad en defensa de sus intereses y en contra del saqueo.
Habría que evitar a toda costa las divisiones internas con el fin de construir
un amplio frente popular a favor de una verdadera transición hacia la justicia
y la paz.
www.johnackerman.blogspot.com
@JohnMAckerman
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